Aprender a mantenerse desapegado de lo que sucede fuera de nosotros (emociones, pensamientos, y no solo físicamente fuera de nosotros) es uno de los principales objetivos a alcanzar.
Los tiempos son densos, nuevos, urgentes, agitados. A menudo me pregunto si, en todo este ruido, en todo este polvo, aún vale la pena hacer ciertos esfuerzos o si simplemente ya no es posible alcanzar los mismos resultados que en los tiempos en que el Ganges fluía con agua pura y cristalina.
Sin duda, al percibir la realidad a través de la mente, el polvo no hace más que aumentar, el ruido se vuelve ensordecedor. Pero al final, siempre hablamos de lo mismo.
La esencia de las ilusiones no cambia, lo que cambia es solo su máscara. La mente crea una jerarquía de ilusiones: algunas son más grandes, más fuertes, otras más pequeñas, más débiles.
Dado que su naturaleza es la misma, es necesario cambiar el medio a través del cual se observan. La fuente de las ilusiones, la mente, no puede borrar lo que ella misma crea.
A la vida le gusta todo y a todos. Cualquier cosa creada posee un instinto de supervivencia.
Todo lo que la mente puede hacer, cuando nos dirigimos a ella en busca de ayuda, es crear la ilusión de que te está ayudando. Por ninguna razón te daría la receta de su muerte.
Es cuestión de cambiar de libro, no de pasar página. Es cuestión de astucia interior, de movimientos furtivos, del despertar a nuestra naturaleza más íntima, que está por encima de todo, incluso de la existencia y la no existencia, siendo ambos conceptos creados… ¡Por la mente!
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