Lo que aquí entendemos como felicidad es solo una intoxicación química del cerebro, exactamente como lo que aquí llamamos enamoramiento.
Si la felicidad fuera esto, entonces la adicción a las drogas sería la salvación del mundo.
Nuestro origen y nuestro destino son estados tan sublimes y luminosos que no pueden ser comprendidos por nuestro actual estado de conciencia.
Podemos tener 84 yates, 12 villas, 47.000.000 de millones a nuestra disposición... Nada igualará jamás lo que, en lo profundo de nuestra conciencia, recordamos muy bien.
La llamada felicidad no existe. Solo existe la beatitud suprema, completa, total, inquebrantable, intemporal, imperturbable, eterna.
Fuera del tiempo, fuera del yo, fuera de todo lo que es conocible. Nuestros esfuerzos, por tanto, deberían ser los de elevar nuestra conciencia, porque en este fango, lo recordemos o no, caímos por nuestra propia voluntad.
Continuaremos regresando aquí hasta que nuestra conciencia se eleve a zonas más altas que las de este mundo terrenal.
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